jueves, 15 de marzo de 2012

Reseña de libro: «Medieval Foundations of Western Intellectual Tradition»


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Carlos López Dzur
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Reseña de Libros / por Carlos López Dzur



Medieval Foundations of Western Intellectual Tradition: 400-1,400

(Yale University Press, New Haven, 1998), 388 pages, by Marcia L. Colish
La editorial Yale University Press publicó en 1988 una excelente exposición sobre los orígenes de la tradición intelectual occidental, que abarca los años del 400 dJC al 1,400. Este libro, Medieval Foundations of Western Intellectual Tradition: 400-1,400 (1988), de Marcia L. Colish, profesora de Historia del Oberlin College y autora de dos libros previos sobre la Edad Media, es parte de una serie de la Universidad de Yale, dedicada a patrocinar una comprensión crítica del pensamiento filosófico, político, artístico y la historia cultural de la civilización occidental, aprovechándose los manuscritos y traducciones inéditas que echan luz sobre las etapas históricas, los problemas y las figuras representativas, de pasado medieval, nunca antes tan claramente estudiadas como ahora.

Sin traducción española, al momento, el libro de Colish se beneficia, por ejemplo, de los análisis de Derek Churchill sobre el monasticismo carolingio y de Michael Bastedo, quien es un estudioso de la condición y estatus de la mujer ante las Leyes Germánicas más viejas de la Edad Media, así como de la descripción de Dios, contenida en el recientemente traducido «Proslogion», de Anselmo de Canterbury y de manuscritos de Boecio, antes no divulgados ni traducidos.

Coolish elabora su visión sobre la Edad Media en 7 partes, cada una de ellas dividida en capítulos, 26 en total. Al final de la séptima parte, ella ofrece una Conclusión, Notas y Bibliografía comentada.

Después de una lectura del libro, el lector concluirá que, entre las muchas inquietudes que despierta el estudio de ese período, las más interesantes y palpitantes pudieran ser las siguientes:

(1) Nuestras civilizaciones hermanas, la Bizantina y el Islam (así como los filósofos judíos, considerados como parte de la comunidad intelectual árabe-parlante), tuvieron mucho en común con Europa Occidental. Han sido las maquinaciones ideológico-políticas eurocentristas [Vid. «American Alone»: Reseña del libro de Mark Steyn ] las que han planteado la oposición, que no está ya tan sólo basada en barreras de idioma y raza, sino que se ha vuelto tan excluyente e irreconciliable como para hablar, en nuestros días, al modo de un antaño más tardío cuando cristianos, judíos y moros se cazaban a muerte. En la Europa de nuestros días, como en Norteamérica, los términos árabe e islamismo se han convertido en malas palabras, o blasfemia, en símbolo de enemistad, crueldad y fanatismo religioso, como si el icono viviente de Saddam Hussein resumiera todo lo que esta cultura es y ha sido en la historia.

(2) A pesar de ser consideradas «culturas religiosas», los bizantinos, árabes (el Islam) y judíos, por igual, fueron sociedades multiculturales, en las que se mezclaron diferentes etnias, idiomas y culturas, que a su vez fueron los productos de las migraciones de las secciones asiáticas y eurásicas del mundo. Estas tres civilizaciones ya habían heredado el legado de Grecia y Roma y cada una de ellas habían creado sus sistemas para el patronazgo de la religión, las artes y la educación, con los que tendrían ciertos paralelos de similaridad entre ellas.

En España, dominada por los musulmanes por 800 años, como en ningún lugar de Europa, fue posible su Convivencia y los intelectuales de toda Europa y Oriente iban en peregrinaciones, en búsqueda de saber y paz, a las universidades de Toledo, Sevilla y Salamanca, mientras en la Europa blanca los fanáticos se mataban en las Cruzadas y sembraban el pánico entre los no-cristianos, herejes o paganos.

(3) Colish concluye, correctamente, que la crisis en la vida intelectual bizantina se originó, poco después del siglo IX, al caer dentro de un «modo de conservadorismo, en el cual la veneración de autoridades canónicas y la imitación de modelos arcaicos se transformaron en sustitutos para la experimentación y el cambio». Para el final del Imperio Bizantino, los intelectuales islámicos comenzaron a cuajar sus importantes y creativos aportes en el área de las ciencias naturales, medicina, matemáticas, filosofía, arte y literatura, al tiempo que elaboraban la Teología musulmana y su Ley religiosa. Sin embargo, las sucesivas oleadas de invasores de Asia, amén de vikingos y celtas hacia Europa, «pusieron en riesgo sus ganancias y consecusiones».

(4) Varios ejemplos de las aportaciones árabes, en el área de la ciencias naturales y la especulación filosófica, durante este periodo, son: Afragamus (Abu-al Abbas al Farghani), astrónomo y geógrafo, Geber, alquimista, el matemático Thabit ibn Qurra, quien intentara solucionar el quinto postulado de Euclides; Al Khowarizmi, también recuérdese que, entre 830 al 839, lo que en Europa sería conocido como álgebra, ya se había cimentado en India y en el mundo árabe, como «Al-jabr wa'l».

En este texto antiquísimo se ofrecieron variados métodos para solucionar todas las ecuaciones de primero y segundo grado, con raíces positivas; Al Farabi, quien reconciliara a Aristóteles con el Islam; los médicos y alquimistas árabes son los primeros que preparan alcohol por la destilación del vino; Ar-Razi, conocido como Rhazés, fue el primero que clasificaría a las sustancias químicas en minerales, vegetales, animales y derivativas; posteriormente, él clasificaría a los minerales en metales, espíritus, sales y piedras; por igual, describió cómo hacer antimonio metálico para el año 910 dJC. Los árabes son los que introdujeron la planta del limonal a Sicilia y España; y los cinco volúmenes de El Canon de Medicina de Avicena popularizarían los tratamientos griegos y árabes, que dominaron la enseñanza de la medicina en Europa hasta el siglo XVII.

(5) Prácticamente, el mundo intelectual medieval occidental se originó con la prevalescencia de las enseñanzas greco-romana, cofluyendo con el
movimiento cristiano. En el Imperio Romano, la iglesia latino-cristiana sufre la persecución oficial. Entonces, la herejía se convirtió en un
fenómeno importante. Hay, pues, una dificultad en «reexpresar la cristiandad en términos de la cultura clásica» durante la Era Romana, desde
la perspectiva de los conversos paganos.

Las mútiples herejías forzaron el desarrollo de una doctrina ortodoxa. En la Parte V de su libro, Colish dedica el capítulo 18 («Heresy in the Twelfth and Thirteen Centuries») a discutir en detalles las distintas herejías y el modo en que murieron, con sus representantes. Entre algunos ejemplos que Colish discute, en profundidad, están arrianismo, montanismo, nestorianismo, gnosticismo otras. El arrianismo fue la más elaborada y popular herejía cristiana.

Estos herejes creyeron que el Cristo encarnado fue 50% humano y 50% divino.
Este ser extramundano, creado por Dios, no fue absolutamente designado «muy
divino», alegación que motivó que la herejía fuese condenada en el primer
Concilio de Nicea en el año 325 dJC. La herejía fue creada por un sacerdote
de Alejandría, llamado Arius.

El nestorianismo congregó a los herejes que creían que Jesucristo tenía dos personalidades, una divina, el Verbo, y otra humana, la que nacía de la Vírgen. Esta corresponde a la que sufrió la pasión y resucitó en la persona humana. Nestorio, su creador, sostuvo que María era solamente la Madre del Hombre Cristo y no la Madre de Dios. Como los gnósticos, pensó que la encarnación de Cristo fue ilusoria. Apoyados por el Islam, los nestorianos alcanzaron su apogeo en el siglo XVII. La Iglesia Nestoriana de Roma, cuyo jefe fue llamado Catholicus (de ahí el futuro nombre de la iglesia católico-romana), fue destruída por el guerrero invasor mongólico Tamerlán en e sigo XIV.

El montanismo es una herejía del siglo XII. Eran partidarios de una moral severa, creyentes en la inminencia del fin del mundo, abogaban por la permisión del sacerdocio a la mujer y fue defendida por su creador, Montano, autodesignado como Profeta del Espíritu Santo, y por Tertuliano.

El gnosticismo judío, contrario al que arrancara de la especulación griega, evitó la proposición de una cosmología. Los cabalistas coincidieron con los gnósticos en el uso de las técnicas del Ocultismo para estimular la práctica de la contemplación y, en invocar una membresía elitista, excluyendo a las mujeres. Los cabalistas nunca consiguieron un estatus oficial de como forma de religión ortodoxa.

(6) Por el contrario, en el capítulo 19, Colish se intresa en explicar cómo la ideología cristiana del Bienestar Reconfigurado se consigue ya con
Wycliff y Huss. Claro está, antes de llegar a estos personajes, se discute el surgimiento de las universidades por el impulso del escolaticismo, cómo en el Siglo X se originó la Lógica; cómo surgió la Teología Sistemática y
el «Modernorum» en el Siglo XI. Sucesivamente, el surgimiento del modismo,
terminismo, el averroísmo latino, las filosofías de Bonaventura y Tomás de
Aquino. Este último es quien realiza la síntesis de la filosofía de
Aristóteles con el pensamiento filosófico y teológico medieval, tan
influídas de San Agustín, el platonismo y la ortodoxia de los Padres de la
Iglesia. A partir de Aquino la Escolástica será algo mucho más rico,
completo y preciso, ya que él encara los problemas y soluciones -que se
planteara el pensamiento de su tiempo- con mayor coherencia que sus
predecesores. Aquino trajo la madurez a la teología católica. Su
contemporáneo, Bonaventura, de la Orden Franciscana, es un punto de
arranque para el trabajo que más tarde desarrollarán filósofos de mayor
talla, tales como Rogerio Bacon, Escoto y Ockam, y Bonventura propuso una
filosofía que la inspiraría el amor a la Naturaleza, ya acusado en San
Agustín. «El cuerpo humano, como las demás cosas sensibles, forma un primer grado, o peldaño, del itinerario ascencional que lleva a Dios mismo». La filosofía -tal como la propuso- es el «itineraro de la mente hacia Dios».

En cierto modo, Bonaventura y Aquino son los teólogos medievales que más han influído en la formación de la Filosofía Moderna y de la ciencia renacentista. En el siglo XIII, cuando la filosofía se hallaba en crisis, con el triunfo del terminismo de H. de Gheut, Duns Escoto y William Ockham, por influencia de Aquino y Bonaventura, se completó un paso adelante.

(7) Los capítulos finales de la Parte VII, que lleva por epígrafe «The
Legacy of Scholasticism»,
son especialmente reveladores ya que muchas veces la visión de este período medieval que se populariza excluye la dialéctica de las ideas y se fundamenta en estereotipos caricaturescos, relacionadas a clasificación histórica de los saldos de aportaciones. El libro de Colish, que no es para especialistas, tiene el rigor académico y didáctico suficiente para mostrar las buenas caras de una Edad Media descrita comúnmente como oscurantista, tenebrosa, calada de plagas, brujería, creencias en lo extramundano, la fantasmagoría sublime, la fe mística y la crueldad inquisitorial. La Edad Media pintada con sus nociones de la Ira Dios (Dies Irae), el Carpediem y la ignorancia, alude a prejuicios propalados por la literatura post-renacentista y el racionalismo.

(8) Como se había hecho en capítulos anteriores, al dar retratos de los Padres de la Iglesia, filósofos herejéticos y transmisores de doctrina (durante los siglos IV al VII), ya para el capítulo 14, Colish ofrece una bellísima exposición sobre los géneros de la literatura medieval, destacándose la poesía de los Goliardos, quienes escribían tanto en latín como en sus idiomas vernáculos, destacándose por sus cuentos satíricos y eróticos. Dedica páginas a la Fabliaux, escritos a finales del siglo XII y mediados del siglo XIII, y a las sátiras y alegorías de Niger Wirecker y William Langland, a quien se atribuye «Piers Plowman».

En el drama >medieval, muy rico en tipos populares y en sabores y estructuras narrativas trágico-cómicas y prosaicas («lowbrow drama»), se incluyen las pequeñas piezas llamadas «milagros», «queem quaritis» (¿a quién buscas?, en español), juegos teatrales escenificados durante la Pascua y, entre los autores citados por ella, están: Jean Bodel, Adam de la Halle, Dante, Boccaccio y Chaucer. Una limitación de este libro de Colish es su mención tan nula o pobre de la literatura española que corresponde al teatro, poesía y sátira medieval, aunque al discutir la obra de cabalistas y judíos españoles del período muestra mayor conocimiento de fuentes y personajes.

(9) El Capítulo 13 está diseñado para dar a los lectores una sinopsis de uno de los aspectos, tal vez más conocidos de la Edad Media, especialmente en Alemania, Italia y Francia: el concepto del amor cortesano y la poesía trovadoresca: los Provençal troubadours, los cantores italianos del «Douce Stil Nuovo» y los Minnesingers alemanes, entre otros. La idea del amor cortesano es la derrota de la represión sexual y del rompimientro con las costumbres coactivas y las apariencias formales, ante el hecho de que el erotismo y el sexo eran considerados pecaminosos. Ceder a la carne no tenía mérito y sólo originaría la locura y los penares del enamorado. La mujer es muchas veces descrita como una Dulce Enemiga. Son estos poetas los querompen ese molde: «Pleasure and the self-esteem gained from amorous conquest are what love is about»: Colish así resumiría el aporte de estostrovadores.

(10) De los capítulos 24 al 26, Colish destacará a las contribuciones legadas por la tradición del escolaticismo tardío: la recepción al Criticismo y las Ciencias Naturales, que son las principales características de Academia moderna y el establecimiento científico-cultural de hoy.

En el capítulo 25 se hace un análisis de la doctrina económica del escolasticismo al debatirse lo que es «usura» y «precio justo», además, la autora discute lo que se consideró como «pobreza y sus causas» en aquellas fechas. En el capítulo 26, se ofrece la Teoría Política de tal época, explicándose la naturaleza estructural y jurídica de los «reinos», el «sacerdocio», la monarquía feudal y el conciliarismo(«Conciliarum»).

Las Conclusiones permiten a Colish dar la sinopsis conclusiva de una época fascinante. Los castillos, la vida principesca, la imaginación desbordada, la fe sencilla, el rigor intelectual de los sabios, herejes, alquimistas, las visiones y el éxtasis místico de anacoretas y brujas y la adrenalítica convicción de los guerreros (Cruzados e Inquisidores), son sólo tópicos menores de una época que guardaría muchos misteriores para los lectores que carecen del tiempo para conocer el pasado, por el tráfago de la vida moderna y las complejas realidades de hoy. La autora nos simplifica la tarea, sin prescindir de responsabilidad informativa y del buen análisis de una investigadora, con capacidad para motivar y divulgar su clara visión de la época que reconstruye, por escrito, magistralmente.

Recomiendo esta lectura. Un libro excelente.

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«American Alone»: Reseña del libro de Mark Steyn


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